El inicio de un gran proyecto

24 de abril de 2021
DDHH y solidaridad Iluminar
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El pasado sábado, 24 de abril, el Colegio Mayor Aquinas inició un proyecto solidario que tiene como propósito colaborar con la Fundación San Martín de Porres y su iniciativa en el Monasterio de la Inmaculada Concepción en Loeches (Madrid). Un grupo de 13 colegiales del Mayor y otro grupo de 6 jóvenes del Albergue pasaron el día en el Monasterio, conociendo su historia, el proyecto que allí se ha empezado a desarrollar y a las personas que lo habitan, además de trabajar en los terrenos agrícolas de las instalaciones.

Hace poco más de un año, la Fundación San Martín de Porres -entidad que tiene como proyecto principal la acogida y promoción de las personas sin hogar- aceptó la propuesta de “darle un nuevo uso o una prolongación del uso” al Monasterio lanzada por las monjas dominicas que lo habitaron hasta hace cuatro años. Actualmente, el artista Julio Jara y varios residentes más habitan el monasterio al mismo tiempo en que construyen vida.

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Fray Antonio Rodríguez, coordinador de la Fundación, se encargó durante las dos primeras horas de la mañana de relatar la trayectoria histórica del Monasterio. Desde su fundador, el Conde Duque de Olivares, hasta sus dos años como polvorín de las brigadas internacionales durante la guerra civil española, pasando por su época dorada artística con obras de Rubens o Velázquez. Los visitantes quedaron asombrados de las dimensiones del lugar, así como de su gran valor histórico.

Más tarde se crearon dos grupos de trabajo para desempeñar tareas de limpieza y jardinería. El objetivo era generar un vínculo entre los jóvenes que visitaban el monasterio y las personas que lo habitan. La limpieza del gallinero, el desbroce de malas hierbas o la siembra de hortalizas fueron algunas de las acciones que se realizaron durante esa mañana.

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A la hora de comer pudieron disfrutar de un cocido compartido entre todos los participantes. Este momento sirvió para asentar todas las experiencias y emociones vividas durante la mañana. Más tarde, en la sala de recreación, con un clima distendido propio de una sobremesa reposada, se generó un espacio de complicidad y testimonios en el que todos los participantes compartieron sus historias personales, sus experiencias en el proyecto y sus perspectivas de futuro para este.

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El día terminó con una despedida que traslucía el deseo de un reencuentro temprano. Las 25 personas que allí convivieron coincidieron en un mismo punto: la experiencia había sido inmejorable y era necesario repetir. Es así como ha comenzado una historia que deja entrever un futuro de largo recorrido y testimonio vivo.

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