Alejandro Rodríguez de la Peña: Crueldad, masacre y compasión en el mundo antiguo
23 de noviembre de 2023Estudio y formación Encender
Alejandro Rodríguez de la Peña, catedrático de Historia Medieval en la Universidad CEU San Pablo, protagonizó el pasado 23 de noviembre la segunda conferencia del ciclo de este curso 2023-2024 con la ponencia Crueldad, masacre y compasión en el mundo antiguo.
En una magistral disertación, el autor de Iniquidad mostró cómo el Derecho y las Humanidades forman parte de la luminosa herencia que hemos recibido del mundo grecolatino. Sin embargo, el desprecio a la dignidad de los seres humanos acompaña a esta herencia en dosis no menos grandiosas. Ciertamente, este desprecio no es exclusivo de estas culturas, pues lo encontramos en otros grandes imperios de la Antigüedad. Lo llamativo es que forma parte de este mundo que, con razón y justicia, identificamos como la cuna de nuestra civilización occidental.
“La filantropía -advirtió el profesor Rodríguez de la Peña- era un contravalor en la ética del héroe griego homérico donde lo bueno, la excelencia, era imponerse a lo demás, era hacer valer el propio poder sobre el otro”. Citó ejemplos de cómo la compasión fue defendida de manera minoritaria y con poco éxito en el ámbito griego (Sócrates) y de forma discreta y privada en el ámbito romano (Séneca y Epicteto). El trato dispensado a niños, mujeres, esclavos, prisioneros… la exhibición pública del maltrato, la violación, la tortura y la muerte, ya sea a través del arte o incluso como ocio social, era moneda de cambio habitual e, incluso en muchos casos, motivo de orgullo.
El giro radical que hizo germinar la tímida semilla de humanidad que aparece como fugaz destello en algunos de los citados pensadores será la aceptación y difusión de los valores de la ética cristiana. La influencia del cristianismo es el otro pilar que sostiene e identifica nuestra cultura (en este sentido, se puede decir que Nietzsche acertaba en su análisis). Y puede que esa sea la razón por la cual nos hayamos olvidado del rostro cruel que tenía el mundo grecolatino antes de la llegada a él del cristianismo.
Como conclusión, Rodríguez de la Peña advirtió de la lección que nos da la Historia y que conviene no olvidar: aunque la irrupción del cristianismo no supuso la desaparición de la violencia, contribuyó de manera decisiva a un progreso moral indudable al mitigarla en parte y convertirla en algo vergonzante en lo que no hay belleza ni nada de lo que enorgullecerse.